[La] memoria colectiva […] no conserva el pasado,
sino que lo reconstruye con la ayuda de restos
materiales, de ritos, de textos, de las tradiciones
que ese pasado ha dejado, pero también con el
apoyo de los hechos psicológicos y sociales
recientes, es decir, con el presente.❞Maurice Halbwachs,
Les cadres sociaux de la mémoire, 1925.
Hace poco preguntaba: ¿Tenemos razones para celebrar 200 años de independencia y 100 años del inicio de la revolución?
No sé si tenemos razones para celebrar esas dos fechas. Con toda la violencia y pobreza que ha traído este año, la verdad es que el país no está para festejar. El gobierno está derrochando una cantidad impresionante de dinero para festejar, dinero que podría ser aprovechado en otras cosas mucho más importantes.
La verdad es que amo a mi país, por eso me duele que estemos así. Quiero compartir algo que escribí hace dos años, justamente en estas fechas.
¿Qué celebramos el día de la Independencia? Pues la independencia ¿no? Bueno, analicemos un poco esto.
El 16 de septiembre se conmemora el inicio de la lucha por la independencia de México (y de muchos otros países de América). Se conmemora solo el inicio, gracias a Don José María Morelos y Pavón, que en su texto Sentimientos de la Nación propuso que en esa fecha se festejara cada año lo que se consideraba el momento del inicio de esta gran lucha, tan sólo tres años después de ese hecho, sin saber que desenlace tendría la insurrección. Es más, la rebelión de Hidalgo no duró ni siquiera un año, en 1811 ya estaban muertos él y los insurgentes que lo acompañaron.
La independencia de México frente al gran enemigo: el dominio español. Sin embargo, en ese entonces México no era lo que ahora conocemos como nuestro país; es más, ni siquiera se llamaba México, sino que esta nación era conocida como la Nueva España. Entonces, ¿qué era por lo que los insurgentes peleaban? ¿Qué significaba esta lucha? ¿La independencia de una nación indígena frente a la dominación europea? No. Los pueblos indígenas siguieron y aún siguen oprimidos por nuestra sociedad, no sólo en México, sino en muchas naciones del continente americano, como nos lo recordó el EZLN hace ya 14 años. Hasta el momento los indios siguen igual. Llevan cinco siglos igual, como dice la canción de León Gieco.
Pueblos indígenas que ni siquiera estaban constituidos en una nación, sino que se odiaban unos a otros y que precisamente ese odio fue el que terminó de fraguar la conquista de una nación que no era nación, por una hueste de europeos que ni siquiera representaban lo mejor de una nación, sino que era gente muchas veces sin valor en Europa que venían en busca de las famosas riquezas que se describían en las fabulosas historias acerca de las Indias, con el pretexto de evangelizar a los bárbaros.
El mito de la independencia se construyo a partir de una lucha que serviría para negar ese dominio español y para reivindicar frente a él, de modo bastante impreciso, a los ‘mexicanos’, es decir a los habitantes de nuestro país nacidos sobre el territorio nacional. Esta guerra fue terminada por los sectores criollos de la sociedad que marginaron las demandas tanto de los indígenas como de los mestizos y que únicamente logró una cuestionable independencia política de la corona española, puesto que la dependencia económica continúa incluso hasta el día de hoy, aunque los centros económicos de los que dependemos hayan cambiado progresivamente. Hasta el momento, nuestra independencia económica brilla por su ausencia y toma más forma de interdependencia con otros países.
A menudo decimos que los Estados Unidos nos robaron Texas y la mayor parte de nuestro territorio nacional. La verdad es que todo ese territorio lo perdimos por las imposiciones del gobierno mexicano que se logró después de consumada la guerra de independencia: nada de libertad de culto y altos impuestos. El otro mito, el de la Revolución Mexicana. Los Estados Unidos lograron lo que México no pudo, hacerse ricos aprovechando la mano de obra barata de unos europeos que huían de sus países por las mismas imposiciones con las que los esperaba México; es decir, fue como caer del comal al fuego.
A Don Porfirio Díaz le debemos la celebración del “Grito de Independencia” La noche del día 15 de septiembre, mismo día en que el presidente cumplía ochenta años, Díaz presidió la ceremonia del "Grito", en el Zócalo de la Ciudad de México, ante más de cien mil personas. Antes de 1910, esta fiesta se celebraba en las primeras horas del día 16, pero el presidente la adelantó a la noche del 15 a fin de que pudiese coincidir con su cumpleaños.
Entonces, ¿qué celebramos los mexicanos el día de la independencia? Pues, la independencia ¿no? Celebramos la independencia para poder irnos al país del norte a trabajar porque aquí no hay chamba. Celebramos la independencia para permitir a los policías hacerse delincuentes y permitirles realizar con toda impunidad, secuestros, robos y asesinatos. La independencia para permitir que un loco venga a decir que es el presidente legítimo y siga engañando a la gente. La independencia para permitir que un terrorista haga explotar dos granadas en plena celebración de la independencia (¡vaya paradoja!).
La independencia de España. La dependencia de nuestras propias autoridades, nuestros propios vicios, nuestros propios mitos.
El 16 de septiembre se conmemora el inicio de la lucha por la independencia de México (y de muchos otros países de América). Se conmemora solo el inicio, gracias a Don José María Morelos y Pavón, que en su texto Sentimientos de la Nación propuso que en esa fecha se festejara cada año lo que se consideraba el momento del inicio de esta gran lucha, tan sólo tres años después de ese hecho, sin saber que desenlace tendría la insurrección. Es más, la rebelión de Hidalgo no duró ni siquiera un año, en 1811 ya estaban muertos él y los insurgentes que lo acompañaron.
La independencia de México frente al gran enemigo: el dominio español. Sin embargo, en ese entonces México no era lo que ahora conocemos como nuestro país; es más, ni siquiera se llamaba México, sino que esta nación era conocida como la Nueva España. Entonces, ¿qué era por lo que los insurgentes peleaban? ¿Qué significaba esta lucha? ¿La independencia de una nación indígena frente a la dominación europea? No. Los pueblos indígenas siguieron y aún siguen oprimidos por nuestra sociedad, no sólo en México, sino en muchas naciones del continente americano, como nos lo recordó el EZLN hace ya 14 años. Hasta el momento los indios siguen igual. Llevan cinco siglos igual, como dice la canción de León Gieco.
Pueblos indígenas que ni siquiera estaban constituidos en una nación, sino que se odiaban unos a otros y que precisamente ese odio fue el que terminó de fraguar la conquista de una nación que no era nación, por una hueste de europeos que ni siquiera representaban lo mejor de una nación, sino que era gente muchas veces sin valor en Europa que venían en busca de las famosas riquezas que se describían en las fabulosas historias acerca de las Indias, con el pretexto de evangelizar a los bárbaros.
El mito de la independencia se construyo a partir de una lucha que serviría para negar ese dominio español y para reivindicar frente a él, de modo bastante impreciso, a los ‘mexicanos’, es decir a los habitantes de nuestro país nacidos sobre el territorio nacional. Esta guerra fue terminada por los sectores criollos de la sociedad que marginaron las demandas tanto de los indígenas como de los mestizos y que únicamente logró una cuestionable independencia política de la corona española, puesto que la dependencia económica continúa incluso hasta el día de hoy, aunque los centros económicos de los que dependemos hayan cambiado progresivamente. Hasta el momento, nuestra independencia económica brilla por su ausencia y toma más forma de interdependencia con otros países.
A menudo decimos que los Estados Unidos nos robaron Texas y la mayor parte de nuestro territorio nacional. La verdad es que todo ese territorio lo perdimos por las imposiciones del gobierno mexicano que se logró después de consumada la guerra de independencia: nada de libertad de culto y altos impuestos. El otro mito, el de la Revolución Mexicana. Los Estados Unidos lograron lo que México no pudo, hacerse ricos aprovechando la mano de obra barata de unos europeos que huían de sus países por las mismas imposiciones con las que los esperaba México; es decir, fue como caer del comal al fuego.
A Don Porfirio Díaz le debemos la celebración del “Grito de Independencia” La noche del día 15 de septiembre, mismo día en que el presidente cumplía ochenta años, Díaz presidió la ceremonia del "Grito", en el Zócalo de la Ciudad de México, ante más de cien mil personas. Antes de 1910, esta fiesta se celebraba en las primeras horas del día 16, pero el presidente la adelantó a la noche del 15 a fin de que pudiese coincidir con su cumpleaños.
Entonces, ¿qué celebramos los mexicanos el día de la independencia? Pues, la independencia ¿no? Celebramos la independencia para poder irnos al país del norte a trabajar porque aquí no hay chamba. Celebramos la independencia para permitir a los policías hacerse delincuentes y permitirles realizar con toda impunidad, secuestros, robos y asesinatos. La independencia para permitir que un loco venga a decir que es el presidente legítimo y siga engañando a la gente. La independencia para permitir que un terrorista haga explotar dos granadas en plena celebración de la independencia (¡vaya paradoja!).
La independencia de España. La dependencia de nuestras propias autoridades, nuestros propios vicios, nuestros propios mitos.
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