…la ópera está aquí, en mi cabeza. La oigo pero nunca la escribiré. Se ha terminado. Ya no puedo escribir mi música.❞
Maurice Ravel, al aceptar su Isquemia Cerebral.
Talvez recordaba los hermosos campos de la Siebengebirge o la ribera del Rhine, en su natal Bonn. Talvez componía en cierta manera preocupado por su creciente sordera. Talvez tenía en la mente alguna sinfonía de Mozart. Talvez, en su cerebro, más agil e integrado que el de la mayoría de los humanos, miles de nervios se comunicaban mediante impulsos eléctricos produciendo señales entre ambos hemisferios mientras unía notas imaginarias y formaba acordes. En su mente se formaban elaboradas construcciones musicales.
En ese momento la música solo existía en su imaginación. Beethoven comenzó a escribir con su pluma mojada en tinta, sobre un pentagrama. Primero la clave de sol y la de fa, luego la primera nota y la segunda... y la música pasó de ser imaginaria a ser abstraída sobre un papel. Compuso la parte de los violines y la del chelo y la de la viola, y todo embonaba perfectamente. Sonrió al terminar. Y luego envió la obra terminada al conservatorio.
Dentro de la mente de los músicos los compases viajaron a través de kilómetros de nervios en fracciones de segundo, se generaron miles de impulsos eléctricos y cuando la comprendieron, a través de sus brazos fluyó la energía cinética e hicieron vibrar las cuerdas del instrumento. Esa vibración pasó a una caja de resonancia que amplificó las vibraciones y al fin, en una combinación única de sonidos y silencios, se convirtieron en música. Las bellas notas y acordes músicales, se conjugaron con las de los otros instrumentos de cuerda y formaron una melodía. Esa noche, la audiencia que escuchó por primera vez el Cuarteto de Cuerdas No. 1 en Fa, aplaudió ampliamente.
Siglos después, un cuarteto de cuerdas decidió grabar ese prodigio musical. En el estudio de grabación, los instrumentos de cuerda (violines, viola y violonchelo) se hicieron vibrar a una orden y las notas viajaron a 1224 km por hora a través de ondas sonoras, hasta los micrófonos que captaron esas vibraciones y las convirtieron en una onda eléctrica analógica senoidal de igual intensidad, tono, timbre, frecuencia y forma gráfica que el sonido de los instrumentos.
Estas ondas de audiofrecuencia pasaron a través de un conversor analógico-digital, que convirtió las señales eléctricas en señales digitales, codificadas en valores numéricos binarios, en "ceros" y "unos". Los ceros y unos se fueron convirtiendo en pozos y salientes mediante un diodo láser que fue grabando con su luz enfocada en la base de policarbonato del disco compacto. Estos huecos se fueron grabando en una espiral desde el centro del disco hacia su parte externa, hasta que el CD registró la música de los cuatro movimientos de un cuarteto de cuerdas convertida en ceros y unos.
El CD fue lanzado a su distribución alrededor del mundo, pasó por muchas manos y tiendas hasta que alguien en algún lugar del planeta lo compró. Lo sacó de su envoltura y disfrutó el momento de colocarlo en su reproductor de CDs. El reproductor de CDs activó un rayo láser que reflejó su luz sobre la capa de aluminio reflectante, mediante una serie de lentes y espejos para enviar la señal del disco compacto a un fotodiodo receptor. Éste envió la señal digital al conversor digital-analógico, que convirtió la señal en una señal eléctrica que fue enviada a las bocinas del reproductor, produciéndose el milagro de la música.
Unos días después, la música sufrió una transformación más. El contenido digital del disco fue codificado para convertirse en un archivo MP3. La computadora reconoció la señal digital que el CD enviaba y mediante un códec, le fue quitando los sonidos inaudibles y los fue codificando con menor tamaño o eliminándolos. Al final quedó un archivo MP3 con un tamaño mucho menor al del archivo en el CD, que fue publicado en un servidor de información, en Europa.
Hoy por la mañana estaba buscando música de Beethoven cuando ví el título: Cuarteto de cuerdas no. 1 en Fa y lo comencé a descargar. Mi computadora envió una petición al servidor ubicado en Inglaterra. El servidor aceptó la conexión y envió el archivo a otro servidor y a otro y a otro. El archivo viajó por miles de kilómetros a una enorme velocidad a través de un cable submarino, hasta llegar a un servidor en los Estados Unidos, el cual envió el archivo hasta un servidor cercano a mi oficina, desde donde llegó hasta mí, convertido en un archivo binario guardado en mi computadora. Después el archivo pasó a mi teléfono a través de un cable USB.
Cuando salí del trabajo me puse los audífonos, busqué el archivo en la memoria y lo reproduje. El archivo fue decodificado y convertido por el conversor digital-analógico de mi teléfono en ondas senoidales que se transmitieron a través del cable de los audífonos. Los audífonos las amplificaron, las procesaron y las convirtieron nuevamente en presión sonora, que yo pude escuchar.
Las ondas llegaron a mis oídos y a la cóclea, en donde tocaron unas células que descompusieron el sonido de las notas musicales en las frecuencias que lo constituyen. Cada una de ellas afinada para responder de forma óptima a una nota o frecuencia concreta. La curva de afinación de una célula se solapó con la curva de las células vecinas de modo que no quedaron huecos en la percepción del espectro acústico. Esta información se transmitió a lo largo de fibras del nervio auditivo, hasta la corteza cerebral. La música estimuló conexiones neuronales y una vez en mi cerebro, el sistema reticular activador o SRA fue vital para regular mi nivel de excitación.
La música, que había viajado a través de tanto tiempo, al fin llegó a su destino final: la mente de una persona. Tantos medios de transmisión y tantos métodos de codificación e interpretación tuvieron un final. La música me hizo vivir el presente de una forma única, me hizo ver las cosas de una forma mucho mejor. Una vez más, la música viajó, esta vez imaginariamente en mi mente, salí a través de la ventana del microbus en donde viajaba y la música me hizo volar en el aire, hacia el sol. Me hizo sentir el viento en la cara y me hizo feliz. Como solamente el milagro de la música, el único idioma posible puede hacerlo.
Dedicado a mi padre, quien me inculcó el gusto por la buena música.Referencias
http://www.luciernaga-clap.com.ar/articulosrevistas/28_musicaycerebro.htm
http://es.wikipedia.org/wiki/Ludwig_van_Beethoven
http://aam.blogcindario.com/2009/03/01702-l-van-beethoven-cuarteto-de-cuerda-n-1-en-fa-mayor-op-18-1.html
http://www.youtube.com/watch?v=7Gp-dvO4WfM
http://www.youtube.com/watch?v=gSm_hK1TzGc&feature=related
http://www.metacafe.com/watch/852260/conferencia_cerebro_y_m_sica_con_el_cient_fico_rodolfo_llin_s/
http://es.wikipedia.org/wiki/Sonido
http://www.asifunciona.com/electronica/af_conv_ad/conv_ad_1.htm
http://es.wikipedia.org/wiki/Grabaci%C3%B3n_%C3%B3ptica_digital
http://en.wikipedia.org/wiki/MP3
http://www.consumer.es/web/es/tecnologia/internet/2008/04/22/176048.php
http://farm3.static.flickr.com/2268/2236276483_8c9e6a9529_o.jpg
3 Reacciones:
:) sin comentarios bro... \m/
Solo shsh guardemos silencio.. y.. escuchemos para sentir.
gracias bro. Viajemos pues... ♫
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