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El único idioma posible

Veo las notas, veo el papel pautado, veo todos esos signos inextricables, la llave de sol y la llave de fa, los bemoles y los sostenidos, y entonces me digo que ha habido un gran error, que la música debería ser el único idioma posible.
Escucho un cuarteto de Haydn -por ejemplo, la Aurora, por ejemplo el Jinete- y me pregunto por qué la literatura camina tan rezagada respecto de la música; por qué el lenguaje de la música es tan contundente y dramático, tan apegado a la pasta humana. Y por qué cuando tengo un libro en las manos, cuando emprendo la lectura de mis autores favoritos, tarda tanto la piel en ponérseme chinita, tanto el ánimo en dejarse arrebatar.
Escucho el Réquiem de Brahms o el de Fauré o el de Suppé y el impacto entonces es abrumador: mi vida, yo mismo, me torno insignificante, la sinrazón de la sinrazón; una motita de polvo habrá de tener mayor relevancia y notabilidad, sin comparación alguna. Es tan grande esa música que me llego a olvidar de mí mismo, a desaparecer por completo.
Creo que un hombre podría vivir fácilmente escuchando música. Analfabeto por completo. Sin importarle quién fue su madre o su padre, sin conocer el amor ni el odio, la fortuna o la pobreza. Creo que la música podría proporcionarle dicha, paz, alivio suficiente. Que ese hombre no tendría que levantarse para nada de su asiento, que le bastaría con escuchar todo Schubert para asumir la alegría de la creación.
Quítenme esta idea de la cabeza: creo que la música proporciona tanto alivio como muy pocos, escasísimos libros pueden acometer -estoy pensando en el Tao Te King, los Salmos o el Sermón de la Montaña. Creo que bien te puedes llevar a la tumba algunas notas, ciertas frases líricas. Beethoven murió con el manuscrito del Don Giovanni de Mozart en las manos. Seguramente en su cabeza revolotearían aquellas notas, como ángeles que lo escoltarían a las puertas del paraíso.
Y quítenme esta otra: creo que a los chavitos se les puede educar en el más profundo acontecimiento que es la música. Sin que signifique una manda su audición, una tarea obligatoria. Creo, estoy absoluta y perfectamente convencido, que la música tiende una mano en la vida. Cada individuo transita solo, como un vil perro callejero, por la vida; en los momentos más terribles, más angustiantes, se está solo, como un niño recién nacido abandonado en un terreno baldió. Es en esos momentos que la música revitaliza, inocula ganas de vivir. ¿O no?
Simón. Un artículo por Eusebio Ruvalcaba, publicado en La mosca y fusilado por mí originalmente en mi diario personal, en el año de 2002.

1 Reacción:

Herenvaryar dijo...

La música es el arte más directo, entra por el oído y va al corazón.
Magdalena Martínez

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