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De Comitán, la aduana y la resignación

El jueves fue un día un poco extraño para mí:



Estando en el Ingenio Pujiltic tenía que enviar un paquete al estado de Jalisco y pensé que yendo a Comitán en vez de a Tuxtla, me ahorraría además de tiempo, algún dinero. Que equivocado estaba..

Salí de Pujiltic como a la 1 pm. Llegando a Comitán me propuse a caminar hasta el centro de la ciudad, donde según yo estaba la paquetería en cuestión. Caminé como 10 cuadras mientras silbaba la tonada de "Comitán". Al llegar al centro y preguntar me dijeron que en realidad la paquetería estaba a una cuadra de donde me había bajado del microbus.

Después de resignarme y de respirar un poco, decidí caminar nuevamente ahora en dirección contraria, ya sin ánimos de silbar nada. Al fin, llegué a la paquetería y cuando todavía estaba resoplando y jadeando por la caminata cuesta arriba, la señorita me atajó con la pregunta: "¿Ya lo llevó usted a la aduana?" Resulta que al ser una ciudad fronteriza, el paquete debía ser revisado en una oficina de la aduana de la ciudad antes de su traslado a cualquier parte del país.

Con renovada resignación me dirigí al centro de la ciudad, donde me ocurrió la parte más curiosa de mi recorrido. Al llegar al Parque Central, me dirigí a un policía que estaba en la esquina cumpliendo sus labores. Antes de que pudiera preguntarle algo, se dirigió a mí: "¿Puedo ayudarlo en algo, joven?", a lo que respondí con la pregunta de en dónde se encontraba la aduana. El policía me indicó que el me acompañaba y en seguida nos pusimos en camino. Lo que me sorprendió mucho fue la amabilidad de su trato y la gallardía con la que portaba el uniforme. "Somos policías turísticos" me dijo y después de preguntarme por mi origen me comenzó a explicar que en la ciudad de Comitán tenían los bancos A, B y C, los restaurantes O, P y Q y los museos X, Y y Z, y un sin fín de explicaciones turísticas que casi no escuché porque yo estaba realmente admirado de la buena disposición del joven policía - tendría a lo mucho 30 años-.

En fin, llegando a la dichosa aduana resultó que estaba cerrada y cuando ya estaba pensando en regresar derrotado a Pujiltic y volver al otro día, el poli me dijo casi con voz y tono de superhéroe: "Permítame, iré a tocar a la puerta". El velador salió y nos dijo que a las 4 pm regresaban de comer y que me trajera una copia de mi credencial para hacer el trámite que estaba solicitando. Mi poli-héroe aún tuvo la amabilidad de llevarme a una papelería para que sacara las copias y comenzó a buscar entre sus cosas. Dentro de mí pensé que sería el colmo si me diera unas monedas para las copias pero en realidad sacó un croquis de la ciudad y otro de los puntos de interés cercanos a ella, pues "me podrían ser de mucha utilidad". Se despidió de mí y en agradecimiento le di una sonrisa y un fuerte apretón de manos que espero que le hayan dicho más que mil palabras.

Con re-renovada resignación me dispuse a esperar la media hora que faltaba para las 4 pm y caminé nuevamente hacia el parque central. Compré un chimbo con una "tía" que estaba en la esquina y me senté en una banca del parque. Estando ahí comiendo mi delicioso "chimbo", fue cuando por primera vez me percaté de lo hermoso que estaba el día a pesar de las nubes de mi "suerte" y de lo bien que se estaba en el centro de esa bonita ciudad. Aproveché la exquisita luz que el sol me regalaba para tomar las fotos que acompañan este relato cuando pueda subirlas y la deliciosa brisa invernal de Comitán para descansar un poco de la caminata y tomar algunas notas para la descripción del día tan curioso que me estaba tocando vivir.


Llegada la hora, me levanté a tomar unas fotos más y a comprar un helado y me dirigí con él en una mano, la caja en la otra y la mochila en la espalda. Llegué a la aduana y todavía tuve que esperar una media hora más porque el "funcionario" no llegaba. Cuando llegó me hizo abrir la caja y me entregó un formulario para llenar, sin siquiera dignarse a mirarme. Cuando ya estaba a punto de terminar de llenarlo abrió la caja y me preguntó que si traía factura de la computadora (una laptop). Le iba a contestar que como iba a estar cargando con la factura de la lap, si además no era mía, era de la empresa donde trabajo...etc.. pero me limité a contestarle con una sonrisa y un "no". Entonces mi funcionario-villano me dijo que sin ella simplemente no me podía sellar la caja y por consiguiente no podría enviar mi paquete a su destino y ante mi intento de razonar con el me dijo que además si se ponía un poquito más estricto me podía retener la computadora y que reglas eran reglas y que...etc..

Con re-re-renovada resignación y mientras él rompía el formulario, tomé la computadora, volví a sellar mi caja y con la mejor de mis sonrisas le dí las gracias y él con la mejor de sus muecas me contestó que "de nada". Me dispuse a caminar nuevamente hacia la salida de Comitán y cuando llegué tomé el microbus y decidí que en lugar de quedarme en Pujiltic, pasaría de largo hasta Tuxtla Gtz donde al otro día enviaría mi paquete sin problema alguno, y en donde llegando y a pesar de ser las 8 pm me daría cuenta de que el día apenas empezaba.. Pero esa, es otra historia..

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