Cerca de mi casa vivía una chica más o menos de mi edad. Físicamente era muy atractiva: alta, bonito cuerpo, pelirroja de cabello rizado y ojos color miel. Además tenía una hermosa sonrisa que cada vez que me la topaba me hacía sonreir también.
Casi diario, muy de mañana, la veía apresurada a tomar su transporte a la Universidad. Como yo también iba siempre apresurado, lo máximo que llegamos a intercambiar es una de esas enormes sonrisas y talvez uno que otro "hola" fugaz y resbaladizo.
La verdad es que la chica me gustaba y según lo que recuerdo, yo no le era muy indiferente. Yo sabía donde vivía ella y cuando pasaba por su casa siempre la buscaba con la mirada y bromeaba de "la pelirroja" con mis amigos. Por lo visto ella también sabía donde vivía yo e incluso sabía a lo que me dedicaba.
Un día yo estaba muy tranquilo en mi casa, atendiendo en la tienda que teníamos por aquellos días. De repente entra ella y se me queda viendo con esos hermosos ojos color miel. Hechizado por su belleza (:) que exagerado soy) le sostuve la mirada, pero en esas eternas milésimas de segundo en que quise comenzar a esbozar una sonrisa, noté que su mirada no era cálida ni de ternura, sino fría y acusadora.
Debió notar mi extrañeza porque en ese momento se volteó y comenzó a balbucear algo hacia otro lado. Yo estaba francamente sorprendido con su actitud, me pasaban miles de cosas por la cabeza: "¿le habrá pasado algo?, ¿está llorando?, ¿quiere declararme su amor?".
Traté de levantarme y decirle algo como: "¿Te puedo ayudar en algo?" pero me quedé en la mera intención porque en ese momento se volvió hacía mí y comenzó el siguiente "diálogo":
- Ella: "¡Tu fuiste!"
- Yo(totalmente atónito): "¿Yo fui qué?"
- "Tú me robaste mi celular, no te hagas. Traías esa playera azul, ibas vestido así, igualito."
En ese tiempo yo casi siempre me vestía igual: Pantalón caqui dos tallas mayor a la mía, tenis y playera azul; todo eso bastante común para un chavo de mi edad en esa época. Además, su argumento era que iba así vestido igual.. bueno, todo nos vestimos de una forma y por lo regular no nos cambiamos en la mayor parte del día no? En fin, luego de sopesar todas esas consideraciones en fracciones de segundo (es increíble la velocidad de pensamiento que uno llega a desarrollar cuando se le acusa de algo, fundada o infundadamente) seguí con el "diálogo":
- "¿Yo? ¡Pero si yo he estado toda la tarde aquí, viendo el partido de las chivas!" (Argumento totalmente convincente para mí puesto que era un fanático del futbol y más de "las chivas", pero totalmente ridículo para una mujer, supongo).
- "¡Tu fuiste, me venías molestando y me tocaste y me robaste el celular y te echaste a correr!" (Me recordó a la chilindrina: "y me pateaste, y me mordiste, y, y..")
- "Claro que no, yo he estado aquí todo el día porque no hay nadie que atienda".
- "¡Voy a traer a mi papá y se te va a quitar esa cara de p"$&%/0!" (se voltea y se va).
- "¡Tráelo, me vale m4#$3&, yo no hice nada!" (con una seguridad de dientes para afuera).
Al parecer la mamá estaba en el carro esperándola y de inmediato entraron las dos a reclamarme como dos cacatúas con los mismos argumentos estúpidos y yo volví a refutárselos todos con los mismos contraargumentos estúpidos que ya había utilizado y me volvieron a amenazar con traer al papá y les volví a contestar que me lo trajeran, y al fin, se fueron.
Completamente desconcertado empecé a pensar mil cosas y a darle vueltas al asunto. Recuerdo que llegaron unas amigas que vivían cerca y les dije: "Si viene alguien a reclamarme apoyenme a decirle que yo he estado aquí..."
Al otro día cuando regresé de la escuela mi mamá me dijo que había vuelto la señora y que le había reclamado y que ella la había tranquilizado. Mi madre sin saber de que se trataba me había defendido. Pasó el tiempo y el asunto quedó olvidado. Recuerdo que un día le pregunté a un amigo por la chica y lo único que me dijo fue: "Esa vieja está loca".
Un día, estaba yo otra vez en la tienda (tenía puesto el mismo pantalón pero esta vez una playera blanca :D) cuando entró ella. Me esquivo con la mirada y me pidió algo. Fui por el artículo y se lo entregué. Por un momento me pasó por la mente preguntarle porqué había dicho aquello, si se le hizo fácil incriminarme o en fin, qué le había pasado ese día y porqué pensó que yo la había agredido. Pero me limité a poner mi cara de ofendido e indiferente y le dije el importe. Esquivando mi mirada me pagó, me dió las gracias, dibujó una mueca nada parecida a aquella deliciosa sonrisa que tenía y se fue.
La última vez que la vi fue un día en el cine, yo iba con un amigo y me dijo: "¡Mira esa chava, está buenísima!" Cuando la reconocí lo único que le dije fue: "Esa vieja está loca".
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